jueves, 3 de febrero de 2011

Fragilidad: recomendaciones para la Atención primaria

Pocos sospechan al percibir la primera fisura en una pieza de porcelana que esa delgada línea basta para hacerla estallar. Nuria Barrios.
Nos hacemos eco en este Post de un "artículo especial," publicado en la revista Medicina Clínica 2010;135(15): titulado "Detección y prevención de la fragilidad: una nueva perspectiva de prevención de la dependencia en las personas mayores", (precisa suscripción) que viene a colación de lo hablado en la sesión de noviembre del 2010 "prevenir la dependencia".
En este artículo se plantea la definición de fragilidad como "...un estado fisiopatológico que predispone al anciano que la tiene a una mayor vulnerabilidad a tener enfermedades y efectos adversos, derivada de una falta de mecanismos compensadores y pérdida de homeostasis, debido a un declive en múltiples sistemas corporales (muscular, inmune, neuroendocrino, vascular) con disminución de la reserva funcional". Siendo esta un estado de prediscapacidad que incluye una reducción excesiva de la masa magra corporal (sarcopenia), una reducción de la capacidad de deambulación y movilidad y una menor actividad física con sensación añadida de debilidad.
Con todo lo importante son las recomendaciones que ofrece a los diferentes niveles en relación a su abordaje, siendo respecto a la Atención Primaria los siguientes:
  1. Realizar cribado de fragilidad mediante alguna herramienta sencilla como el «Timed Up and Go» o la velocidad de marcha, por lo que puede estar indicado en todos los mayores de 80 años y en aquéllos entre 65 y 80 años con signos de alarma como quejas subjetivas de memoria, depresión, alteraciones del equilibrio, caídas, pérdida de peso, cansancio o fatiga, lentitud, poca fuerza, comorbilidad importante o que refieran un deterioro general o funcional desde un tiempo reciente.
  2. Aplicación de una valoración geriátrica integral a los ancianos con sospecha de fragilidad. Esto incluye planes de tratamiento de los problemas detectados.
  3. Fomento y extensión de actividades preventivas. Dentro de éstas una fundamental es el mantenimiento de actividad y ejercicio físico de cierta intensidad adecuado a las características de la persona. También es de importancia el mantenimiento de un adecuado soporte y estado nutricional fomentando la dieta mediterránea. Además de las 2 actividades mencionadas, es igualmente importante controlar otros factores de riesgo cardiovascular (HTA, colesterol y tabaco) y extender las vacunaciones recomendadas (gripe, tétanos y neumocócica).
  4. Potenciar aspectos de movilidad, habilidades físicas y disminución de riesgos físicos.
  5. Correcto abordaje de cuadros clínicos específicos y enfermedades crónicas (depresión, diabetes, osteoporosis, episodios cardiovasculares, etc.), síndromes geriátricos (delírium, incontinencia, deterioro cognitivo, inestabilidad y caídas, desnutrición) y otros que se relacionan entre las causas de fragilidad y de dependencia.
  6. Revisión periódica de la medicación habitual, considerando su indicación, evitando el uso de medicación inadecuada en el mayor, interacciones, iatrogenia, y, en la medida de lo posible, la polifarmacia. La implicación de la enfermería en el seguimiento del tratamiento y de la adherencia a éste es básica.
  7. Evitar o disminuir la repercusión de situaciones estresantes a las que son más vulnerables las personas mayores, como es la hospitalización, monitorizando estrechamente la funcionalidad y realizando un correcto seguimiento de ésta, incluso en el período posterior al alta.
  8. Facilitar y promover la relación y un adecuado soporte social.  
A los interesados en el tema les recomiendo el siguiente documento: 1º Conferencia de Prevención y Promoción de la Salud en la Práctica Clínica en España Prevención de la dependencia en personas mayores 

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